Andrea Camila Vargas De La Hoz, precandidata del Pacto Histórico al Congreso, moviliza multitudes en el sur del Atlántico y encarna una nueva generación de liderazgo político que desafía la vieja estructura del poder
El sur del Atlántico fue escenario de una movilización sin precedentes. Más de dos mil personas se congregaron en el Mega Parque Divino Niño de Puerto Giraldo, en Ponedera, para escuchar a Andrea Camila Vargas De La Hoz, precandidata a la Cámara de Representantes por el Pacto Histórico, quien aparece en el tarjetón con el número 8.
El evento, descrito por los asistentes como una “reunión apoteósica”, reunió a líderes sociales, campesinos, comunidades indígenas y sectores populares de Suan, Ponedera, Candelaria, Campo de la Cruz, Santa Lucía y Repelón.
A sus 26 años, Vargas ha convertido su campaña en un fenómeno de cercanía y discurso social, con una narrativa centrada en la justicia rural, la redistribución de la tierra y la dignidad del trabajo popular.
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La política desde abajo: la apuesta por el campo y la economía popular
En Repelón, donde más de dos mil personas la esperaban, Andrea Vargas habló con contundencia sobre la deuda histórica del Estado con el campesinado.
Necesitamos más tierras para el campesinado y ciclos de producción que corten las rutas del hambre en el Atlántico. No puede haber justicia social sin justicia rural – enfatizó.
Su mensaje, cargado de contenido social y territorial, busca conectar la crisis alimentaria con el abandono institucional del campo. En cada municipio, su discurso combina la emoción de la juventud con la claridad programática de quien entiende que el cambio no se decreta: se construye desde la base.
Una generación que no le teme al poder
Andrea Vargas representa un punto de inflexión en la política costeña. Nacida en Barranquilla, egresada de una universidad pública y formada en el trabajo comunitario, encarna la ruptura con el modelo de élites heredadas y partidos clientelares.
Nosotros ya despertamos, no confiamos más en la política tradicional. Queremos un nuevo liderazgo que represente a la gente y no a los negocios – afirmó ante los asistentes.
Su candidatura dentro del Pacto Histórico no es una simple aspiración individual, sino un grito generacional: el de jóvenes que buscan recuperar el sentido ético de la política y llevar la voz de los barrios y veredas al Congreso.
El poder de lo simbólico: del territorio al Congreso
En su recorrido por los municipios del Atlántico, Vargas no solo expone propuestas, sino que restituye el valor del diálogo político con las comunidades. Sus encuentros con campesinos, emprendedores e indígenas no se limitan a discursos, sino a escuchar necesidades concretas: acceso al agua, salud, educación y participación.
En tiempos donde la desconfianza ciudadana es la norma, Andrea Vargas plantea un mensaje contra la resignación:
Este proyecto no se cansa de soñar con un Atlántico más justo, digno y con oportunidades para todos
Cuando la juventud desafía al sistema
En un contexto político saturado por nombres repetidos y estructuras enquistadas, la figura de Andrea Vargas surge como una señal de agotamiento del viejo orden.
Su discurso no busca agradar al poder, sino cuestionarlo desde la ética del servicio público.
Lo que representa no es solo una candidatura, sino un acto de desobediencia democrática frente a las castas políticas que durante décadas han administrado el territorio como un patrimonio personal.
La fuerza de Vargas no proviene del capital económico ni del padrinazgo tradicional, sino de algo más poderoso: la legitimidad social. Esa que se construye desde el territorio, con las manos de la gente y el pulso del Caribe profundo.
El 26 de octubre no solo se definirá un nombre en una lista, sino la posibilidad de que una generación le devuelva al Congreso la palabra “representación”.
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