Con una celebración millonaria durante la Feria de la Ganadería, el polémico contratista Emilio Tapia lanzó la candidatura al Senado de su pareja, la representante Saray Robayo Bechara, reactivando alianzas, tensiones familiares y un viejo estilo de hacer política en Córdoba
En Montería, mientras la Feria de la Ganadería desplegaba su habitual folclor, un evento paralelo marcó lo que muchos ya denominan la “fiesta política del año”. No fue una celebración cualquiera. El protagonista: Emilio Tapia, polémico contratista condenado y protagonista de múltiples escándalos de corrupción en Colombia, quien organizó una celebración estimada en $700 millones para presentar la candidatura al Senado de su pareja sentimental, la actual representante a la Cámara Saray Robayo Bechara. Una fiesta de poder para regresar a él, la jugada del «zar de las contrataciones».
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El evento, que reunió a la élite política, empresarial y ganadera de Córdoba, también sirvió como escenario para evidenciar el músculo electoral y financiero de Tapia, quien busca consolidar una fuerza legislativa propia en 2026, empezando por convertir a Robayo en la senadora más votada del país, con una meta simbólica impresa en una torta: 200.000 votos.
Música, clanes y estrategia electoral
La fiesta, según diversas fuentes locales, tuvo de todo: grupos vallenatos de renombre como Iván Villazón, Rafael Manjarrez y la Banda de San Pelayo, saludos afectuosos para la candidata y discursos velados de poder. Pero también tuvo un trasfondo más denso: la consolidación de una alianza política de alto calibre entre los clanes Bechara y Besaile, con Tapia como principal articulador financiero.
Robayo, ex reina nacional de belleza y actual congresista, no tiene una trayectoria legislativa destacada, pero cuenta con dos activos clave: carisma público y el respaldo de una maquinaria política familiar. Su candidatura busca capitalizar los votos que antes aseguraron a figuras como Musa Besaile, hoy condenado por corrupción, y el mismo Ñoño Elías.
Los tentáculos del poder en Córdoba
Detrás de esta movida electoral también se reactivan viejas tensiones. En el corazón de la familia Bechara, propietaria de la Universidad del Sinú, se libra una guerra interna entre Mara Bechara (La Patrona) y su hermana María Fátima Bechara, hoy en control de la universidad. Mara, detenida en el pasado por su implicación en desfalcos con regalías en Córdoba, se opone abiertamente al ascenso de Emilio Tapia dentro del clan familiar a través de su sobrina Saray.
Además, la candidatura favorece al actual gobernador Erasmo Zuleta, primo de Saray, quien ganaría poder legislativo si su prima y su cuñado, Edwin Besaile, también consolidan escaños en el Senado. Un enroque político que revitaliza a las viejas estructuras del poder en la costa caribe.
¿El regreso del ‘rey de la contratación y la corrupción’?
La figura de Emilio Tapia simboliza lo que muchos han denunciado durante años: una impunidad que no solo sobrevive, sino que se reinventa y se adapta al escenario político del momento. Mientras otros protagonistas del escándalo del «cartel de la contratación» han caído, Tapia parece consolidar su poder.
Tapia no solo volvió a la escena, sino que está armando una estructura con alianzas estratégicas en Córdoba, Cesar y Bolívar, donde aún mantiene redes de contratación pública. Su apoyo a Saray Robayo Bechara no es sentimental: es una jugada para acceder al Congreso con una senadora leal y posicionada, que pueda ser su “llave maestra” para contratos y decisiones en el legislativo.
Mientras tanto, la ciudadanía queda de nuevo como espectadora de un juego político que mezcla clientelismo, herencias familiares, farándula, corrupción y ambición. La pregunta no es si Emilio Tapia vuelve al poder; la pregunta es ¿alguna vez realmente se fue?.

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