La Gerencia Regional Atlántico, liderada por Melissa Obregón Lebolo, avanza en la promoción de modelos asociativos y comunitarios que buscan dar mayor visibilidad y sostenibilidad a pequeños productores, comerciantes y organizaciones del departamento
En el corazón de Barranquilla, la Gran Central de Abastos del Caribe (Granabastos) fue escenario de la más reciente jornada de Prosperidad Social en el Atlántico.
La gerente regional, Melissa Obregón Lebolo, recorrió junto a la gerente de la central, Fabiola Arias, los pasillos donde diariamente se mueven toneladas de alimentos y cientos de familias construyen su sustento.
El recorrido incluyó el mercado popular, donde pequeños productores y comerciantes sostienen la economía local. Allí, Prosperidad Social socializó las líneas de créditos asociativos, una herramienta diseñada para impulsar la sostenibilidad de los negocios familiares y comunitarios.
Además, se escucharon iniciativas en torno a la atención a la primera infancia, la soberanía alimentaria y el apoyo a comunidades vecinas, proyectos que reflejan el impacto social de Granabastos más allá de lo comercial.
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Campo de la Cruz: redes solidarias en marcha
La agenda también incluyó la visita al centro de acopio de la Unidad Solidaria en el municipio de Campo de la Cruz, en alianza con la Cámara de Comercio de Barranquilla.
Este espacio se consolida como un punto estratégico para 41 organizaciones que, con esfuerzo colectivo, avanzan en procesos de emprendimiento, asociatividad y fortalecimiento comunitario.
La jornada permitió socializar avances de la ruta turística local, mostrando cómo la economía solidaria no solo fortalece el comercio, sino que también impulsa la identidad cultural y las oportunidades de desarrollo territorial.
La economía solidaria como motor del cambio social
El trabajo liderado por Melissa Obregón Lebolo refleja una apuesta clara: dar mayor visibilidad y respaldo institucional a las dinámicas económicas que nacen en barrios, plazas de mercado y municipios del Atlántico.
La economía solidaria, muchas veces relegada frente a los grandes circuitos comerciales, se presenta aquí como una herramienta concreta para generar ingresos dignos, cohesión social y sostenibilidad. La presencia del Estado en estos territorios, no solo como acompañante sino como facilitador de créditos, redes y procesos asociativos, abre un camino para que productores y comerciantes puedan competir en mejores condiciones.
En un contexto donde la desigualdad limita el desarrollo, iniciativas como estas demuestran que apostarle a lo comunitario y lo asociativo no es un gesto simbólico, sino una estrategia real de transformación social y económica para el Atlántico y el Caribe colombiano.
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