Un viaje desde los sueños hasta las ecuaciones: cómo un joven francés del siglo XVII revolucionó la forma en que entendemos la realidad, el pensamiento y el universo a través de las matemáticas
Mucho antes de que Google Maps nos guiara por la ciudad o de que las curvas fueran descritas por ecuaciones en una pantalla, hubo un hombre que vio en una mosca en el techo y en unos sueños extraños, la clave para unir números, espacio y razón. Su nombre era René Descartes, y con su legado, no solo fundó la geometría analítica, sino que sentó las bases del pensamiento moderno.
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Nacido en 1596 en Francia, Descartes vivió en una época dominada por el dogma religioso. Hasta entonces, la comprensión del mundo se basaba en las reglas impuestas por la Iglesia y el peso de la tradición. Pero en el siglo XVII, una nueva generación de pensadores empezó a hacer preguntas incómodas. Entre ellos, Descartes fue uno de los más radicales: no aceptó ninguna verdad que no pudiera verificar por sí mismo.
Cuando la filosofía nace de un sueño
Una noche de 1619, a los 22 años, Descartes tuvo una serie de sueños que marcarían el rumbo de su vida. En uno de ellos, una línea en latín lo interpeló: “Quod vitae sectabor iter?” —“¿Qué camino seguiré en la vida?”—. En otro, una voz le decía: “Est et non” —“Qué es y qué no es”.
Lo que otros habrían descartado como delirios nocturnos, para Descartes fue una revelación: había que buscar un conocimiento que partiera de certezas absolutas. Y así lo hizo.
Dudarlo todo, para descubrir lo esencial
Descartes puso en duda incluso lo que veía con sus propios ojos. ¿Cómo saber si estaba despierto o soñando? ¿Y si un demonio malvado manipulaba su mente y le hacía creer que 2 + 5 = 7, cuando en realidad no era así?
En medio de esta tormenta de dudas, encontró una verdad firme: el hecho mismo de pensar, de dudar, confirmaba su existencia. Y de ahí nació su principio filosófico más célebre:
👉 Cogito ergo sum —“Pienso, luego existo”.
Fue el primer ladrillo de una nueva forma de construir conocimiento: el racionalismo, que pondría a la razón humana en el centro de la búsqueda de verdad.
De los sueños a las coordenadas: nace la geometría analítica
Descartes no solo fue filósofo. También fue un matemático brillante. Observando cómo una mosca se movía por el techo, imaginó que un par de números podía describir cualquier posición en el espacio. Así nació el sistema de coordenadas cartesianas, base de la geometría analítica.

Por primera vez, era posible traducir figuras —círculos, líneas, curvas— en ecuaciones. Y al unir el álgebra con la geometría, Descartes no solo resolvió un viejo problema matemático: abrió el camino para el cálculo, la física moderna, la computación y mucho más.
Descartes, o el momento en que la razón rompió cadenas
Descartes representa el paso de un mundo dominado por la autoridad religiosa a otro guiado por la razón humana. No negó a Dios, pero dejó de usarlo como justificación para cada respuesta. Su gran revolución fue metodológica: preguntar, dudar, razonar, demostrar.

En un tiempo donde la obediencia se confundía con la fe, su pensamiento fue una invitación a liberarse del miedo intelectual. Su idea de que toda verdad debía poder ser razonada es uno de los cimientos del método científico.
Su geometría cambió la matemática, pero su filosofía cambió nuestra forma de habitar el mundo. Hoy, cada vez que buscamos certeza, que enfrentamos una idea y la examinamos con pensamiento crítico, seguimos caminando el sendero que él abrió.

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