Stephen Hawking no solo cambió nuestra comprensión del universo: desafió los límites humanos en todos los aspectos
Stephen Hawking, el célebre físico británico, dejó un legado invaluable en el mundo de la ciencia. Uno de los temas que más lo apasionaron fue el estudio de los agujeros negros, esas misteriosas regiones del espacio donde la gravedad alcanza niveles tan intensos que ni siquiera la luz puede escapar. Esta es la segunda parte de la historia de Stephen Hawking y sus aventuras con los agujeros negros.
Hawking fue pionero en la idea de que estos cuerpos no son simplemente trampas cósmicas, sino que pueden emitir una forma especial de energía conocida como radiación Hawking. Esta radiación, teóricamente, permitiría que parte de la materia atrapada escapara desde el “horizonte de sucesos”, una frontera invisible más allá de la cual no hay retorno.
Más adelante en su carrera, el físico desafió la noción clásica de este límite. Propuso que los agujeros negros no tendrían un “horizonte de sucesos” absoluto, sino un “horizonte aparente”, lo que implicaría que, al menos temporalmente, la materia y la energía podrían regresar al universo. “La ausencia de horizonte de sucesos significa que no hay agujeros negros, en el sentido estricto del término”, escribió poco antes de su fallecimiento.
Genio con sentido del humor (y algunas derrotas científicas)
A pesar de su inmenso prestigio académico, Hawking no temía arriesgarse… ni equivocarse. En 1975, mientras investigaba los agujeros negros, apostó con su amigo y también físico Kip Thorne que el sistema estelar Cisne X-1 no contenía uno. Perdió la apuesta y tuvo que pagar con una suscripción a la revista Penthouse.
Tampoco tuvo suerte con su escepticismo hacia el bosón de Higgs. Apostó 100 dólares a que esta partícula fundamental no existía. Pero en 2012, tras su descubrimiento en el CERN, Hawking no solo admitió su error, sino que pidió públicamente el Premio Nobel para Peter Higgs, el físico que predijo su existencia décadas antes.
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¿Viajes en el tiempo? Lo intentó comprobar con una fiesta
Hawking también exploró los límites de la imaginación científica. En 2009 organizó una “fiesta para viajeros del tiempo”, pero, envió las invitaciones al día siguiente. Nadie asistió, y con su característico humor concluyó: “Estuve esperando mucho rato, pero no vino nadie”.
Años después afirmó que la prueba más contundente de que los viajes en el tiempo no existen es que “no estamos invadidos por turistas del futuro”.
Espíritu sin límites (ni gravedad)
Más allá del laboratorio y el aula, Hawking vivió experiencias tan osadas como emocionantes. Celebró sus 60 años volando en globo aerostático, y aunque esa misma semana se fracturó una pierna por conducir su silla de ruedas eléctrica a gran velocidad, no se detuvo. En 2007 participó en un vuelo de gravedad cero, flotando en el aire dentro de un avión especialmente acondicionado.
Cuando le preguntaron por qué corría ese tipo de riesgos, respondió con una frase que capturó la esencia de su vida:
Quiero demostrar que las personas no necesitan limitarse por sus discapacidades físicas mientras no tengan discapacidades de espíritu.
Despedida de una mente brillante
Stephen Hawking falleció el 14 de marzo de 2018 en su hogar de Cambridge, Reino Unido, rodeado de su familia. Aunque no se reveló la causa de su muerte, su familia declaró que “expiró en paz”, cerrando así una vida extraordinaria dedicada a descifrar los secretos más profundos del cosmos.
Un legado más allá de la ciencia
Stephen Hawking no solo cambió nuestra comprensión del universo: desafió los límites humanos en todos los aspectos. Enfrentó una enfermedad degenerativa desde joven, pero eso no lo detuvo. Su capacidad para transformar la complejidad en conocimiento accesible lo convirtió en un ícono cultural, tan influyente en los laboratorios como en la televisión.
Su legado no solo vive en sus teorías sobre los agujeros negros o el Big Bang, sino en su capacidad de cuestionarlo todo, de reírse de sí mismo y de vivir con una valentía intelectual —y humana— admirable. Hawking demostró que el cuerpo puede tener límites, pero la mente no.