El país retoma protagonismo en la gobernanza mundial de la alimentación y el desarrollo rural, gracias a una estrategia diplomática que también incluye ser sede de la ICARRD 2026 en Cartagena
Después de más de 30 años de ausencia, Colombia ha sido elegida nuevamente para formar parte del Consejo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Este hito marca no solo un regreso diplomático a un escenario de gobernanza clave, sino también un reposicionamiento estratégico en la agenda global de desarrollo rural y seguridad alimentaria. Colombia regresa al Consejo de la FAO, un gran paso hacia una reforma agraria a nivel global.
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Una reactivación diplomática con visión de largo plazo
La elección de Colombia al Consejo de la FAO no es un hecho aislado. Es el resultado de un trabajo articulado liderado por la Cancillería, el Ministerio de Agricultura y la Misión Permanente ante la ONU en Roma, que en el último año reactivaron la presencia institucional del país con la reapertura de la Embajada ante la FAO. Este regreso ha permitido fortalecer la interlocución en espacios multilaterales y proyectar las prioridades nacionales en el contexto internacional.
Sumado a esto, desde enero de 2025, Colombia ocupará una silla en la Junta Ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos, reafirmando su protagonismo en escenarios donde se definen políticas claves en la lucha contra el hambre y la pobreza.
Cartagena, sede de la próxima gran cumbre mundial sobre reforma agraria
El anuncio de la reincorporación al Consejo de la FAO llega en un momento clave: en febrero de 2026, Cartagena de Indias será anfitriona de la II Conferencia Internacional de Reforma Agraria y Desarrollo Rural (ICARRD), un evento que no se realizaba desde hace dos décadas y que reunirá a gobiernos, organismos multilaterales, sociedad civil y academia para debatir y acordar transformaciones urgentes en el acceso a la tierra, la sostenibilidad del campo y la seguridad alimentaria.
La embajadora Jhenifer Mojica subrayó la relevancia de que Colombia asuma un rol activo en la FAO precisamente cuando el país se prepara para liderar esta cumbre, lo que fortalece la coherencia entre la política exterior, la acción diplomática y los compromisos internos en materia de desarrollo rural.
Diplomacia para el desarrollo y la paz con justicia social
Con este nuevo lugar en el Consejo de la FAO, el Gobierno colombiano reafirma una visión de diplomacia centrada en la justicia social, la equidad territorial y la transformación del campo. En línea con las directrices del presidente Gustavo Petro, se apuesta por una política exterior que no solo busca representación simbólica, sino participación activa en la toma de decisiones globales que impactan directamente a los pueblos rurales y las comunidades históricamente excluidas.
Este regreso también posiciona a Colombia como un interlocutor relevante en la construcción de políticas multilaterales de seguridad alimentaria, reforma agraria y sostenibilidad, en un contexto global marcado por el aumento de las desigualdades, el cambio climático y las nuevas formas de exclusión en el campo.
Una oportunidad para liderar desde el sur global
La reincorporación de Colombia al Consejo de la FAO representa mucho más que una victoria diplomática. Es una oportunidad concreta para que el país lidere, desde el sur global, la discusión sobre el futuro del campo, el acceso justo a la tierra y los modelos de producción alimentaria más sostenibles e inclusivos.
En tiempos donde el hambre y la pobreza rural se agudizan por la desigualdad, los conflictos y la crisis climática, tener una voz con autoridad en estos espacios es crucial. El reto ahora será convertir esa presencia internacional en políticas concretas dentro del territorio, que mejoren la vida de campesinos, comunidades étnicas y mujeres rurales.
Colombia tiene la posibilidad histórica de demostrar que el desarrollo rural no es un tema marginal, sino el corazón de una agenda global que busca paz, justicia y sostenibilidad. Y el escenario de la FAO, junto con la ICARRD 2026, puede ser el punto de inflexión.
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