El senador y defensor de derechos humanos Iván Cepeda asume la candidatura presidencial del Pacto Histórico con una promesa moral: construir reconciliación nacional desde la verdad, la memoria y la dignidad de las víctimas
“Las víctimas somos superiores a la impunidad. Tenemos el poder de la verdad.” Con esa frase, pronunciada ante cientos de personas en Bogotá, Iván Cepeda condensó lo que ha sido el eje de su vida pública: la convicción de que la justicia y la verdad no son concesiones del poder, sino conquistas del pueblo.
El anuncio de su candidatura presidencial dentro del Pacto Histórico no surge de una ambición personal, sino de una coherencia vital. Cepeda no se proyecta como un político más, sino como un sobreviviente del conflicto colombiano que convirtió el dolor en acción política.
Su historia, marcada por la pérdida de su padre —el senador Manuel Cepeda Vargas, asesinado en 1994 por agentes del Estado y paramilitares—, ha sido también la historia de miles de familias que encontraron en su voz un eco para sus luchas silenciadas.
“Prevaleceremos a pesar de los ataques y las injusticias. Habrá verdad, justicia y reparación para las víctimas”, dijo, reafirmando su fe en una paz construida con memoria y sin olvido
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Una biografía escrita entre la persecución y la coherencia
Filósofo formado en la Universidad de Sofía, en Bulgaria, Cepeda regresó a un país que aún no había hecho las paces con su historia. Fundó el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice) y se convirtió en una de las voces más firmes contra la impunidad y la violencia estatal.
Su salto a la política no fue un acto de cálculo, sino de consecuencia. Desde el Polo Democrático y luego en el Senado, se consolidó como una figura de principios, capaz de mantener la coherencia incluso frente a los momentos más difíciles: persecución judicial, amenazas y el cáncer que superó sin abandonar su labor parlamentaria.
“Es un hombre que va más allá de la izquierda”, diría la senadora María José Pizarro, también hija de un líder asesinado. “Cepeda representa la unión, la coherencia y la historia de nuestro proyecto político”
El juicio del siglo y la victoria moral de las víctimas
Durante más de una década, Cepeda ha sido el contrapunto político del expresidente Álvaro Uribe Vélez, en un proceso que trascendió los tribunales para instalarse en la conciencia nacional.
Lo que comenzó en 2012 como una investigación sobre presuntos vínculos con el paramilitarismo, derivó en el llamado “juicio del siglo”, donde Cepeda no solo se defendió de falsas acusaciones, sino que logró que la justicia mirara de frente las heridas del poder.
Su figura emergió entonces como símbolo de las víctimas que nunca fueron escuchadas, de los defensores de derechos humanos que hicieron política desde la ética y no desde el privilegio.
La reciente absolución de Uribe no ha cambiado la perspectiva de Cepeda: insiste en que la lucha no es personal, sino estructural, un combate por el alma moral del país.
Una candidatura que representa memoria, ética y reconciliación
En su discurso de lanzamiento, Cepeda planteó una visión de país que va más allá de los eslóganes electorales.
“Creo en el poder de las víctimas para derrotar la impunidad, dignificar a las comunidades y construir una verdadera reconciliación nacional”, expresó
Esa declaración resume su propuesta: una política centrada en la verdad como base de la paz, en la justicia como camino de reconciliación, y en la memoria como garantía de no repetición.
Su candidatura no busca reabrir heridas, sino cerrarlas con dignidad y responsabilidad histórica. Representa un país que ha aprendido que la paz no se decreta: se construye con las voces de quienes más han sufrido la guerra.
El poder de la verdad como nueva forma de liderazgo
El ascenso de Iván Cepeda como figura presidencial simboliza un cambio en la cultura política colombiana. Durante décadas, el poder estuvo definido por la fuerza, la riqueza o la influencia. Hoy, en medio de un país que busca sanar, emerge un liderazgo que se legitima desde la verdad, la coherencia y el servicio a las víctimas.
Cepeda encarna una nueva ética pública: la del político que no se debe a los intereses económicos ni partidistas, sino a la memoria colectiva y al derecho de las víctimas a existir con dignidad.
Su voz, forjada en los tribunales, las calles y el Congreso, se ha convertido en la de un país que se rehúsa a olvidar.
En un contexto donde algunos intentaron deslegitimar el proceso interno del Pacto Histórico, la figura de Cepeda trasciende los números y los ataques. Su liderazgo se impone no por las cifras, sino por su autoridad moral, construida a lo largo de tres décadas de defensa de los derechos humanos y de la paz como proyecto nacional.
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