Nació el mismo día que murió Galileo. Falleció el día en que nació Einstein. No fue coincidencia: el universo lo tenía escrito
El universo tiene formas curiosas de trazar coincidencias. Stephen Hawking nació un 8 de enero de 1942, el mismo día en que, tres siglos antes, había muerto Galileo Galilei. Su vida terminó el 14 de marzo de 2018, justo el día en que el mundo celebra el nacimiento de Albert Einstein. No es de extrañar que su nombre quedara unido al de estos dos colosos de la ciencia. Él también cambió la forma en que entendemos el cosmos y la ciencia, así fue Stephen Hawking.
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Si Galileo descentró a la Tierra y Einstein reescribió las leyes del espacio-tiempo, Hawking nos llevó al origen de todo: el Big Bang. “Mi objetivo es simple: un conocimiento total del universo, por qué es como es y por qué existe”, dijo alguna vez. Esa ambición lo impulsó, incluso cuando su cuerpo se desmoronaba.
El diagnóstico que no lo detuvo, ELA: tres letras que no pudieron contra su mente.
A los 21 años, Stephen Hawking recibió una sentencia que para muchos habría sido una condena: esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad neurodegenerativa que paraliza progresivamente el cuerpo, mientras deja intacta la mente. Los médicos no le daban más de dos años de vida. Vivió cinco décadas más.
El impacto emocional fue devastador. Durante un tiempo, cayó en una depresión profunda, refugiándose en la música de Wagner y el alcohol. Pero fue Jane Wilde, su entonces novia y futura esposa, quien lo ayudó a encontrar sentido y rumbo en medio de la desesperación.
Una voz desde la tecnología, entre traqueotomías y sintetizadores: la ciencia como aliada personal.
En 1985, una neumonía lo llevó al borde de la muerte. Tras entrar en coma, los médicos consideraron desconectarlo de los aparatos de soporte vital. Jane se negó. Sobrevivió, pero la traqueotomía lo dejó sin voz. Su forma de comunicarse pasó a ser un sintetizador acoplado a su silla de ruedas, diseñado especialmente para él. Manejaba este sistema con el movimiento de un solo dedo, hasta que incluso eso le fue arrebatado.
Aun así, nunca dejó de trabajar, de escribir, ni de compartir sus ideas. Y, notablemente, tampoco dejó de reírse de sí mismo. Su característica voz computarizada se volvió parte de su figura pública, casi tanto como sus teorías.
Vida personal, entre sombras y afectos: Amor, dolor y acusaciones en su mundo íntimo.
Junto a Jane tuvo tres hijos, pero la relación terminó en divorcio en 1990. Luego se casó con su enfermera, Elaine Mason, en una relación que más tarde fue señalada por presunto maltrato. Se separaron en 2006. Detrás del ícono mediático, hubo una vida íntima llena de luces y sombras, de afectos y rupturas, de entrega y también de sufrimiento.

Más allá del cuerpo, hacia la eternidad: La mente de Hawking desafió los límites humanos.
Stephen Hawking no solo dejó una huella en la ciencia, sino también una poderosa lección de vida. Fue una mente brillante atrapada en un cuerpo que se apagaba, y aun así, logró lo impensable: contemplar el universo entero desde una silla de ruedas.
Murió en paz, dejando tras de sí una colección de ideas que siguen retumbando entre científicos, estudiantes y soñadores de todo el mundo. Su legado no solo se mide en ecuaciones, sino en la voluntad inquebrantable de seguir preguntando, aunque todo esté en contra.
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