Otro ataque de Trump que viola el derecho internacional y deja muertos sin responder ante nadie
El Gobierno de Donald Trump vuelve a situarse en el centro del debate global tras la destrucción de un barco en aguas del océano Pacífico por parte de fuerzas estadounidenses, operación que dejó tres personas muertas. Aunque Washington insiste en que la embarcación estaba vinculada al tráfico de drogas y operada por una “organización terrorista designada”, la ofensiva levanta serios cuestionamientos sobre el creciente uso unilateral de la fuerza en escenarios donde ni existe supervisión internacional ni se han definido responsabilidades legales claras.
El Comando Sur de Estados Unidos (SOUTHCOM) anunció la acción a través de su cuenta oficial, señalando que actuó bajo órdenes directas del secretario de Guerra, Pete Hegseth, una de las figuras más radicales del actual gabinete trumpista.
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La política del gatillo primero: un sello de la administración Trump
La operación forma parte de una estrategia que el gobierno de Trump ha venido consolidando: ampliar las atribuciones militares en el extranjero bajo el argumento del combate al narcotráfico. Sin embargo, el historial reciente muestra que este discurso sirve con frecuencia como excusa para legitimar operaciones letales que carecen de transparencia, supervisión civil y control jurídico.
En este caso, el ataque se realizó en aguas internacionales, un punto altamente sensible que vuelve a poner sobre la mesa la vieja discusión sobre la soberanía, el derecho marítimo y los límites del poder estadounidense. Organizaciones internacionales de derechos humanos han advertido que estos ataques pueden configurar ejecuciones extrajudiciales, al no existir procesos judiciales ni mecanismos de verificación independientes.
Tres muertos y ninguna garantía de debido proceso
La destrucción del barco terminó con la vida de tres personas cuya identidad aún no se conoce. No se ha informado si estaban armadas, si intentaron rendirse o si existían alternativas no letales para detener la embarcación. Todo el relato oficial se basa únicamente en comunicaciones del propio ejército estadounidense, un patrón que ha sido ampliamente criticado durante la administración Trump, que tiende a operar sin contrapesos institucionales.
El Comando Sur insiste en que contaban con “inteligencia confirmada”, una afirmación habitual en discursos bélicos que, en otros episodios recientes, ha resultado dudosa o directamente falsa. Desde la invasión a Siria hasta los bombardeos en Yemen, varios informes independientes han revelado inconsistencias entre las versiones oficiales y los hechos verificados en terreno.
El riesgo de normalizar la violencia estatal en escenarios globales
Lo más preocupante es la normalización del uso letal de la fuerza como primera respuesta. La administración Trump ha transformado la lucha contra el narcotráfico en un campo de experimentación militar, donde la diplomacia ha sido sustituida por drones, misiles y ataques preventivos.
Analistas internacionales advierten que este tipo de operaciones podría abrir la puerta a confrontaciones con países que consideren estas acciones como violaciones de su jurisdicción o como actos hostiles. Además, el precedente es peligroso: si EE.UU. actúa sin límites, ¿qué impide que otras potencias hagan lo mismo?
Una escalada innecesaria que erosiona el orden internacional
El ataque en el Pacífico vuelve a mostrar lo que muchos expertos han denunciado durante años: el gobierno de Donald Trump no combate el narcotráfico, lo instrumentaliza para justificar un expansionismo militar sin frenos.
Las tres muertes de esta operación no solo representan una tragedia humana; simbolizan el fracaso de una política que confunde seguridad con fuerza bruta, y que amenaza con debilitar aún más un ya frágil equilibrio internacional.
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