El legado del físico alemán que revolucionó la forma de medir la temperatura, y cuyo sistema todavía genera debate frente a Celsius y Kelvin.
Gabriel Daniel Fahrenheit nació el 24 de mayo de 1686 en Danzig (hoy Gdansk, Polonia), en el seno de una familia de comerciantes. Su vida dio un giro radical a los 15 años, cuando perdió a sus padres y debió trasladarse a Ámsterdam. Allí, en medio del auge de la fabricación de instrumentos científicos, nació su interés por los aparatos de precisión, un camino que marcaría para siempre la historia de la ciencia.
Durante su formación recorrió Alemania, Inglaterra y Dinamarca, donde conoció al astrónomo Olé Rømer, pionero en proponer una escala termométrica. Inspirado por esas ideas, Fahrenheit inició una carrera dedicada a perfeccionar la medición de la temperatura.
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Innovaciones que marcaron época
Antes de dar vida a su famosa escala, Fahrenheit diseñó un higrómetro para medir la humedad y un aerómetro para calcular la densidad del aire. Sin embargo, su mayor aporte fueron los termómetros de alcohol (1709) y de mercurio (1714), que resolvieron problemas de precisión que otros científicos no habían logrado superar.
El mercurio, con su capacidad de expandirse de forma uniforme y mantenerse líquido en un amplio rango de temperaturas, resultó clave para establecer una referencia más exacta. Pero la verdadera controversia llegó con la calibración de su escala.
La lógica detrás de la escala Fahrenheit
Fahrenheit eligió como referencia dos puntos muy particulares:
- 0 grados: la temperatura de una mezcla de hielo, agua y sal de amonio, inspirada en el invierno más frío registrado en Europa en un siglo.
- 96 grados: la temperatura de la sangre de un hombre sano, considerada constante en esa época.
De esta manera, fijó el punto de congelación del agua en 32° y el de ebullición en 212°, un sistema práctico para su época, aunque distinto al enfoque posterior de Celsius y Kelvin.
Fahrenheit vs. Celsius y Kelvin: una batalla cultural y científica
Mientras el sistema métrico se impuso en la mayoría del mundo, Estados Unidos mantiene hasta hoy la escala Fahrenheit en la vida cotidiana. Para la comunidad científica, en cambio, la referencia es clara: Celsius para el uso común y Kelvin para las aplicaciones más especializadas.
El debate trasciende la ciencia: para algunos, la escala Fahrenheit resulta más intuitiva al ofrecer márgenes más amplios para las temperaturas de uso diario; para otros, es un vestigio cultural que retrasa la unificación métrica.
Un legado que trasciende siglos
Fahrenheit publicó sus investigaciones en 1724 en la Royal Society, donde fue admitido como miembro extranjero gracias a sus aportes. Murió en La Haya en 1736, a los 50 años, dejando un legado que aún marca la vida de millones de personas.
Más allá de las escalas y debates, su trabajo representa un punto de inflexión en la historia de la medición científica. Su nombre sigue vivo cada vez que alguien enciende el termostato o consulta la temperatura en una aplicación del clima.
Gabriel Fahrenheit, el físico que convirtió la temperatura en un lenguaje universal, sigue siendo protagonista en el choque entre tradición y modernidad, casi 300 años después de haber creado su célebre escala.
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