El presidente reveló que la seguridad del Palacio Presidencial dependía de armamento estadounidense, calificando la situación como un acto de indignidad nacional
Durante la ceremonia de ascensos de 15.971 miembros de la Policía Nacional del nivel ejecutivo, realizada en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño, el presidente Gustavo Petro lanzó una de las declaraciones más contundentes de su mandato: la mayoría de las armas que custodiaban la sede presidencial pertenecían al Gobierno de los Estados Unidos.
El mandatario detalló que se trataba de unas 150 armas, incluidos fusiles y equipos antidrón, que eran propiedad norteamericana. “No sé quién tomó esa decisión”, dijo, explicando que se enteró del hecho cuando EE. UU. solicitó formalmente la devolución de su armamento.
Las armas que cuidaban el Palacio de Nariño no eran nuestras. Me parece indigno que la seguridad del jefe de Estado colombiano dependiera del arsenal de otro gobierno, sentenció
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“No las necesitamos”: dignidad y soberanía armamentista
Petro aprovechó el acto para insistir en su visión de independencia tecnológica y militar, afirmando que Colombia ya fabrica su propio fusil nacional.
“Está quedando chévere”, comentó con tono distendido, aunque su mensaje apuntó a una discusión de fondo: la soberanía en materia de defensa.
El presidente aseguró que su objetivo es que, en los próximos años, parte del presupuesto del Ministerio de Defensa se financie a través de exportaciones de armas colombianas, un giro industrial que busca reducir la dependencia de potencias extranjeras.
“Hay que tener dignidad, toda, hasta la última. No las necesitamos”, subrayó, marcando distancia frente a la histórica subordinación militar de Colombia ante Washington
Cambio de mando en la seguridad presidencial
Ante la devolución del armamento estadounidense, Petro anunció que el Batallón Guardia Presidencial retomó la función original de custodiar la Casa de Nariño, reemplazando los equipos norteamericanos por armamento nacional.
Con ello, el mandatario pretende reforzar la autonomía operativa de la seguridad presidencial y enviar un mensaje simbólico sobre el ejercicio de la soberanía.
La decisión también refleja un quiebre político y militar en la relación bilateral con Estados Unidos, especialmente en un momento en que el gobierno colombiano ha buscado redefinir su cooperación internacional en materia de defensa y lucha antidrogas.
“No nos importa si lo matan”: la crítica más fuerte a Washington
En tono reflexivo, Petro aseguró que el mensaje implícito del gobierno estadounidense fue preocupante:
“No nos importa si lo matan”.
El mandatario relató que el incidente lo llevó a reflexionar sobre su propia seguridad y la independencia del país:
“He logrado vivir 65 años bien vividos, muy intensos, chéveres, me gusta mi vida”, afirmó, cerrando su discurso con una mezcla de serenidad y desafío.
La declaración, aunque cargada de simbolismo, también deja entrever las tensiones diplomáticas entre Bogotá y Washington, que han fluctuado en temas sensibles como la cooperación militar, la lucha antidrogas y la política exterior regional.
Entre la soberanía y la desconfianza
Más allá del gesto político, las palabras de Petro abren un debate de fondo sobre la autonomía militar de Colombia y el papel que Estados Unidos sigue jugando en la estructura de seguridad del país.
La revelación de que las armas que protegían el Palacio Presidencial eran extranjeras es, en sí misma, una metáfora del modelo de dependencia que durante décadas ha caracterizado la relación bilateral.
El anuncio de fabricar y exportar fusiles colombianos puede leerse como una intención de recuperar la soberanía tecnológica, aunque expertos señalan que el reto no solo es fabricar armas, sino garantizar capacidades reales de defensa, innovación y control.
En lo político, el mensaje fue claro: Petro busca romper con la lógica de subordinación y afirmar que la seguridad del Estado debe ser un asunto exclusivamente nacional.
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