Mientras el país entero conoce los vínculos de Rafael Matera con el paramilitarismo, la fiscal Luz Adriana Camargo guarda un silencio que empieza a parecer cómplice. Las amenazas contra periodistas y el magistrado Gustavo Roa no han bastado para romper la inercia institucional
Rafael Antonio Matera Lajud —más conocido en el Caribe como “el señor del Matadero Camagüey”— ha logrado lo que pocos: sobrevivir a décadas de señalamientos por nexos con el paramilitarismo, evadir procesos judiciales y mantener intacto su emporio empresarial entre el Cesar y el Atlántico.
A pesar de los testimonios de exjefes de las AUC como Salvatore Mancuso, que lo identificaron bajo el alias de “300”, financiador del Bloque Norte, Matera sigue libre, sin imputaciones, y con sus empresas operando sin trabas.
Sus fincas —El Coraje, Aliher y otras— fueron escenarios de horror, donde, según versiones de Justicia y Paz, se entrenaban paramilitares y se planificaban crímenes. Sin embargo, el Ministerio Público, la Fiscalía y las entidades de control han preferido pasar de largo, como si los expedientes de los años 2000 hubiesen quedado enterrados en los archivos de la impunidad.
El magistrado que se atrevió a romper el silencio
En 2023, el magistrado Gustavo Roa Avendaño, de la Sala de Justicia y Paz en Barranquilla, decidió hacer lo que la Fiscalía no: compulsar copias contra Matera y Alfonso Macías Vargas por financiación de paramilitares.
Desde entonces, Roa y su familia viven bajo amenaza. Fotografías sospechosas, mensajes intimidatorios y comentarios hostiles lo han convertido en blanco de una persecución silenciosa.
Mientras tanto, Matera no solo negó todo, sino que contraatacó denunciando al magistrado por calumnia e injuria. Y la justicia, en lugar de proteger al funcionario, se dedicó a “evaluar” si el denunciante de los paramilitares era el verdadero culpable.
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Amenazas a la prensa y la indiferencia fiscal
Los periodistas que han investigado el caso también como Edinson Lucio Torres Moreno de Vox Populi – quien ha escrito en su portal web una serie de 20 artículos sobre el tema-, han recibido advertencias, presiones y silencios sospechosos. Las denuncias sobre la red de poder y lavado de activos de Matera en el Caribe no solo han sido desoídas, sino que incluso han generado autocensura en varias redacciones.
Aun así, la fiscal Luz Adriana Camargo Garzón, que en 2024 anunció una estrategia para judicializar a los “financiadores de la guerra”, no ha mostrado un solo avance concreto contra Matera. La retórica se quedó en titulares y PowerPoints. En la práctica, la Fiscalía parece actuar con una balanza quebrada: rápida para perseguir a los débiles, ciega ante los poderosos.
Una justicia de rodillas ante el poder económico
El contraste es brutal: mientras campesinos, líderes sociales y jóvenes terminan encarcelados por protestar, un empresario señalado por paramilitares, con fincas embargadas y testimonios en su contra, vive tranquilo en el norte de Barranquilla.
El magistrado Roa, que se atrevió a tocar intereses intocables, enfrenta el costo de su valentía. Los periodistas que revelan los hechos, enfrentan la sombra de la intimidación. Y la Fiscal General… guarda silencio. Un silencio que ya no parece prudente, sino cómplice.
Entre la impunidad y el miedo
Colombia parece condenada a repetir el ciclo en el que los poderosos financian la guerra, los funcionarios se arrodillan y los que dicen la verdad son los que terminan amenazados.
La pregunta es inevitable: ¿hasta cuándo una justicia que teme más al poder económico que al peso de la verdad? La Fiscal Camargo tiene la oportunidad —y el deber— de demostrar que la Fiscalía no es el bufete privado de los intocables. Pero cada día que pasa sin actuar, ese deber se disuelve entre el miedo y la complacencia.
Lo de Rafael Matera no es solo un expediente congelado: es el espejo del Estado que se somete ante los dueños del poder. Y mientras el magistrado Roa sigue resistiendo, y los periodistas siguen siendo amenazados, la pregunta resuena en la opinión pública: ¿Será que a la Fiscal Luz Adriana la justicia le quedó grande… o simplemente la compraron con el silencio?
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