Una mirada crítica a cómo los fundamentos de la matemática cuánticas y la física moderna pueden inspirar la educación primaria en Colombia
En nuestro país solemos ver la palabra “cuántico” como algo lejano, reservado a laboratorios de élite o a un puñado de físicos que hablan en un lenguaje indescifrable. Pero lo cierto es que las matemáticas cuánticas no son un capricho académico: son el marco que describe cómo funciona el mundo cuando lo observamos en su nivel más pequeño.
Lo interesante es que, detrás de su aparente complejidad, encierran ideas que podrían enriquecer —y mucho— la forma en que enseñamos a los niños. No hablo de pedirles que resuelvan la ecuación de Schrödinger en primaria, sino de sembrar semillas de pensamiento que hoy escasean en las aulas.
Puedes leer: Presidente Gustavo Petro destaca avances en educación y defiende reforma tributaria en alocución nacional
La incertidumbre como herramienta pedagógica
En la mecánica clásica, todo parece ordenado: 2 × 3 siempre es igual a 3 × 2. En el mundo cuántico, no. El orden altera el resultado, y esa “rareza” abre la puerta a entender que el conocimiento humano tiene límites. ¿No sería valioso que nuestros niños aprendieran desde temprano a lidiar con la incertidumbre y no a temerle? Un simple juego de dados o monedas puede ser una introducción a ese pensamiento.
El entrelazamiento como metáfora social
Otro concepto fascinante es el entrelazamiento cuántico: dos partículas pueden estar tan conectadas que lo que le ocurre a una define automáticamente a la otra, sin importar la distancia. Para un adulto puede sonar abstracto, pero para un niño basta la metáfora de los guantes: si uno es izquierdo, el otro es derecho. Esa simple idea puede ayudarnos a explicar algo que también es social: nuestras acciones están entrelazadas con las de los demás.
Espacios y posibilidades
Los físicos hablan de espacios de Hilbert, escenarios donde viven los estados cuánticos. Dicho en sencillo: cada estado es como una flecha que apunta a distintas posibilidades, y solo al “medir” elegimos una. Para un aula, esto puede traducirse en ejercicios gráficos o juegos de decisiones que enseñen que el futuro no está escrito en piedra, sino lleno de opciones.
Entre lo que somos y lo que deberíamos enseñar
Aquí es donde la reflexión se vuelve política. El sistema educativo colombiano sigue atado a una visión del siglo pasado: memorización mecánica, repetición de contenidos y un culto a la certeza. Se castiga el error, se aplaude la respuesta única y se desconoce que el mundo en el que vivirán nuestros niños es incierto, dinámico y complejo.
La matemática cuántica nos dice, con toda claridad, que la certeza absoluta no existe; que lo que importa es aprender a manejar la incertidumbre, entender patrones en el azar y pensar en escenarios múltiples. Pero nuestras escuelas, en lugar de formar ciudadanos que cuestionen y se adapten, parecen empeñadas en producir estudiantes que recitan sin preguntar.
Si de verdad queremos transformar la educación, no basta con más cupos ni más computadores en las aulas. Se requiere un cambio de paradigma: enseñar a pensar, a jugar con la posibilidad, a aceptar que el error es parte del aprendizaje y que la creatividad surge en el terreno de la duda.
Lo cuántico, visto así, no es solo ciencia avanzada: es también una metáfora de la Colombia que necesitamos. Una Colombia capaz de aceptar su complejidad, de ver la diversidad como una riqueza y de atreverse a construir futuro sin miedo a la incertidumbre.
Realice su donación en Noticias La Voz Realities
Con tu aporte, apoyas el periodismo independiente y alternativo dando clic en el botón de BOLD: